De perfil mirando hacia nada por
el balcón, sentada, en una butaca, masajeándose con su mano izquierda y su
pulgar la planta de su pie, totalmente exhausta, la observo; ora de su boca
humo sale y me llega un poco pues se filtra hacia la pequeña salita donde estoy
turbando un poco la preocupación de su rostro que le acompaña desde hace 25
años, cuando por primera vez compró su primera de Royal, que uno por día, al
llegar del trabajo y dejar los tacones, encendían su ritual, su oráculo, su
única pausa en las 20 horas siguientes de compromisos y rutina de mujer
madre-divorsiada-cabeza-de-familia. Era el momento en el cual sus pensamientos
más inconfesables surgían como cuando se está por formar una borrasca y en el
que meditabunda en su calma antes de su tormenta, tapo, tacho, tiempo, “Ayúdame
Dios mío, dame fuerzas (…)”, se preguntaba “¿Por qué? ¿Por qué? Si fui tan
buena hija (…)”. Desde mi lugar hago tales cavilaciones. Entonces la veo besar
medio cigarrillo alejándolo con desidia de su boca hasta presionarlo suavemente,
de a toquecitos, en una maseta vacía donde yace un hilo de humo que parpadea
hasta desaparecer junto a otras tantas colillas con la huella del labial de
esos labios que jamás usaría de nuevo excepto sólo para articular plegarias y súplicas
al reino de los cielos declarando en cada comienzo de jornada, al gastar sus
cuatro horas de sueño: “Bendice este día Dios mío. Dame fuerzas.”
Siempre que suena el teléfono es
su jefe. Algunos cheques y unas cartas habrá que alistarle. Es domingo. Dice
que es urgente. Ella deja su qué hacer de ama de casa y sale para la oficina.
Siempre que sucede eso, pues es muy común, su preocupación aumenta no viendo la
hora en que le pidan la Caja Menor y no coincidan los registros del dueño con
los comprobantes de ingresos. Aunque ella siempre piensa en todo previendo un
suceso así acomodando la contabilidad. Mujer madre-divorsiada-cabeza-de-familia.
No obstante nunca robó. El día de su liquidación devolvió todo. Lleva años en
esta empresa trabajando 20/7 por el mismo sueldo y los mismos halagos de la
secretaria perfecta; pero los mejores cumplidos son los que se endosan en un
cheque le dijeron una vez siendo este tal vez el motivo para disponer de
dineros ajenos.
Esta mujer no es solamente la que
está pendiente de todo en la oficina sino también de los gastos familiares del
tipo jefe, labor que sin darse ella cuenta le adjudicó. Pero no quiero hacer de
este texto una novela ni un homenaje nadie. “A veces de una línea surgen
películas enteras…” simplemente comparto este Acorde para que suene.
Lo que a través de los años la
relación jefe-secretaria pareciera un perfume de otra cosa, sólo lo saben sus corazones,
cada uno con un interés particular. Esta mujer vive en la oficina y trabaja en
la casa al igual que su jefe. Comparten mucho tiempo juntos, trabajando, y es
la pura verdad. No hay demostraciones de afecto o un mal chisme que los pudiera
delatar. Fines de semana entre cheques y cartas, semanas de trabajo duro, días
de viaje del jefe, no dejan hacer nada más que pensar en producir y firmar
papeles. Cuando esta mujer recibe una llamada de su jefe duran horas en línea –añado
que tienen un número privado sólo para asuntos de la Oficina–. La recoge a la
hora que a él se le antoja pues siempre anda de afán o necesita algo urgente.
Aquí no hay nada tácito porque no hay nada que suponer. La perspicacia de estos
dos personajes cuando se lanzan miradas furtivas entre reuniones hace pensar en
una consulta clínica. Él quizá sospecha de su secretaría cuando hacen ajustes
de Caja pero jamás se lo hace saber por la antigüedad que ella tiene en la
empresa y por lo que le costaría sacarla. Además está al tanto de todo. De
todo. Es muy valiosa. Mejor “mala conocida”. Ella por su parte se ha propuesto
a ser indispensable. Tiene café hecho para cuando su jefe llega por la mañana y
hecha unos vasos demás por si llega con visita. La Oficina queda en una lomita
cerca a una cantera de explotación de roca y siempre hay polvo en el aire. Ella
mantiene con un trapito. Hay tres empleados. El vigilante que vive ahí mismo,
un perro viejo con verrugas en las patas que se gana su comida por dar miedo y
Ella, su compinche y a veces molesta secretaria. Los dos tractocamiones de
transporte de carga que tiene el jefe por empresa dan para pagar no más de tres
contando con sus gastos personales, pues tiene a cargo una esposa demandante,
tres hijos, un perrote y una que otra mosita por ahí. Ella, su secretaria sabe
las responsabilidades que tiene su jefe provocándole cierta rabiecita su
coqueteito con jefas de otro local. Por eso se hace uno que otro prestamito
para cobrarse todos estos servicios extra que van desde conserje, monja, hasta
relacionista pública. Es por eso que siempre me gusta verla por la salita
cuando llega a su casa, se quita los tacones y enciende su cigarrillo mientras
se masajea sus pies. Para imaginarme la vida de esa mujer infinitamente sola y
guapa a la vez perdida en el mundo.