Para burgundios acentados en
el trópico.
Tiempo, lugares y personas. Es
lo que yo he aprendido en áreas diferentes a la música pareciéndome un sano
ejercicio aplicable a la misma.
¿Qué es ser un profesional de
la música? ¿Un criticón? ¿Un ilustrador de la pseudo? ¿Un sicólogo de la ciencia
de la grabación? ¿Un gurú? ¿Un religioso ortodoxo de género acaso? Pues todas
las anteriores. Cualidades humanas innatas paradójicamente esbozadas a través
de la especialización de un arte u oficio el cual hemos emprendido para así ufanarnos
del conocimiento adquirido. Pura salmodia diabólica. Profesionalización hecha
carne. ¿Pero no es esto precisamente lo que nos optimiza? Es un hecho. Por eso
la objetividad. Y la sangre mal decantada. Algo de birria para el hígado que está
por resentirse.
Soy un músico de bar. Más
específicamente de cantina. O músico en potencia me dijo un amigo. Una
nostalgia rockera en la habitación de los corotos. Se me aguó el ojo. Perdonen.
Versiono a Juan Gabriel, Vicente Fernández, Rocío Durcal, Yuri, Marco Antonio
Solis, entre otros. El formato es de rock. Pero las quintas paralelas las
cambio por sextas y movimiento más corto entre las voces. No hay para brass ni cuerda. Todo un exilio. Mi
banda es una ventisca suave de rock mientras caminamos hacia la tarima entre
los clientes y los nachos. Una vez suenan las baquetas todo se vuelve surreal.
Una rata de dos patas emerge. Suenan los arreglos. Deberían pasar a escuchar un
vallenato o un corrido con bajo, guitarra y batería. Algunos arrugan la cara
diciendo “¿Dónde está el mariachi?” mientras otros se preparan para ser
fusilados con la melodía. Hay de todo. Entre la gente hay de todo. Desde ingenieros
con cara de Platón y docentes de la música hasta sordomudos aplaudiéndome.
Igual, no sonrío. Hay una dicotomía interior por lo confuso de la situación.
Pero cada acorde está sonando con rigor. Los enlaces procurados con dinámicas
reguladoras modelando. Rancheras a conciencia. Una necesidad creada a cambio de
sueldo fijo. Mercenario. Presto al ensayo.
Música. Sí que es difícil catalogarla.
Músico, más sectorizable. Adjetivo que califica al sustantivo determinando lo
bueno y lo malo a priori con juicio subjetivo por no decir acomodado a saber:
Tiempo.
Hay un orden del día. Época que
llaman. Los 80’s viven en nuestros corazones. Aunque los lentes de sol estén de moda.
Lugar.
Oiga, mire, vea y toque.
Personas.
No hay. Hay clientes.
Este oficio tiene muchos
campos de acción que en mi iniciación musical nunca se me pasaron por la cabeza
podían ejercerse. Estamos los que tocamos, los que tocan vendiendo, los que se
tocan, los que graban a los que tocan, los que no tocan donde se graba, los que
graban y graban, los que creen que graban, los que componen éxitos del éxito,
los que tiran cable, los que enseñan y tocan; abogados que tocan, los que
administran los solos, etc.
Yo ya grabé. Producción
inédita y que tal. ¿Ven cómo me ufano? Y lo volvería a hacer. Pero sin la chisga
las bandas no se foguearían permitiéndoles mejorar el nivel y su inteligencia
musical que son múltiples. Todo sirve. Nadie sabe por qué o cuál es el motivo
de tocar lo que se toca en algún momento en particular. Todo sirve. Consiste en
oír dos veces y hablar una. Tanta producción de sialorrea demanda tratamiento
médico.
Ahora, yo no me he ganado ningún
premio local o nacional para no decir que es algo de qué ufanarse. Yo lo
postearía todos los días en Facebook, sin embargo hay quienes por el hecho de
haberlo recibido ya creen que la hicieron y sí, es cierto que se van
acreditando pero eso no los hace menos orates.
Repito. Hay crítica que es
pura salmodia diabólica.