“Aceptar viaje”.
“Desliza en el punto de recogida”. Anunciaba la aplicación encendida. Miguel
acepta el viaje, uno de tantos que acepta un sábado en la Sucursal del…, que
también empieza a encenderse con sus avisos de bares, casinos, estancos,
restaurantes, ambulancias de la muerte y humanos que botan fuego por la boca en
semáforos, donde sale a la superficie una bruma que si te roza, puede que te
conviertas.
Miguel conoce la
dinámica. En el día transporta ancianos, familias, perritos perfumados, un día
típico de sábado en el que la gente visita parientes, centros comerciales o
simplemente va. Y en la noche, bueno, la bruma. La bruma. Mismas personas,
otros espíritus. Pero a pesar de conocer el libreto, no
imagina lo especial que será el viaje que ya está a punto de comenzar.
“Deslizar al
recoger”. Recuerda la app. “¿Hola
Iván. Buenas noches?” Dice Miguel. Iván devuelve el saludo cordialmente y como
si ya conociera a Miguel, le pone conversa. Iván le pregunta a Miguel que cómo
va el día. Muchos preguntan eso. Normal. Miguel contesta como disco rayado que
bien. Que ha estado suave pero bien. Entonces Iván le cuenta que un primo
también trabaja la aplicación y que le cuenta unas historias cheverísimas. Para
corresponder a la conversación en la que no hay opción de abandonar ya que el
viaje va de norte a sur de la ciudad, Miguel dice, “Ve, y qué historias son
esas?” “No, pues resulta que a mi primo se le han subido viejas que cuando
llegan a su destino le dicen que no tienen completo lo del servicio o algunas
ni llevan plata”. Dice Iván. Le da detalles con pelos y señales de cómo las
mujeres le sugieren otro método de pago a su primo. Felaciones y cosas por el
estilo. Miguel muy fresco, lo escucha y mira su GPS pero todavía queda camino
por recorrer.
En el casi
monólogo de su interlocutor, Miguel en su frescura que pasaba a aburrición mortecina
le dice a Iván que a él nunca le ha pasado nada parecido a lo de su primo con
un bostezo. Iván notando la somera desidia de Miguel en cuanto al tema y viendo
que el trayecto casi termina, acelera su retórica para llegar a su pequeño
desorden. Iván increpa a Miguel diciendo, “Ve, y si por ejemplo te llegara a
pasar lo de mi primo pero con un man, ¿Te la dejarías mamar?” Miguel de una se
anticipa diciéndole que solo acepta efectivo. No mamadas. Iván eleva sutilmente
su mano izquierda que por el rabo del ojo ve venir Miguel, éste con la mirada
fija en un contador de fotodetección que va en 3, 2, 1… que no logra pasar.
Con la mano de
Iván masajeando por encima del jean el pene de Miguel, y el contador en 80, 79,
78… ¿Qué se puede hacer? Gritar o disfrutar del spa. Miguel fue sabio
inclinándose por lo segundo. Aunque Iván pareciera ser amable y de contextura
delgada, Miguel para no contradecir a su pasajero que quién sabe qué podría
llegar a hacer y con una modesta erección, se resignó. 2, 1, 0. Al doblar la
esquina termina el viaje. “Desliza cuando llegues al punto de destino”. Son
$7000. Muchas gracias Miguel. A su servicio Iván.