Amanece. Harto se cansaron de porfías. Sus vidas, nocturnas, si que se fueron en un abrir y cerrar de ojos. Veo sus mensajes por todos lados sin remitente e inicio. Ninguno tiene contenido. Extraño lenguaje. Casi muerto. Apenas me acuerdo de todo el escándalo. Piano el que barro, la tumba de ellos, los que sonaban tratando de ser acordes: en algún modo.
No hay por qué angustiarse, pues vendrán más. Uno en especial sí que lo hará. ¡Insectamongus! Es del tamaño de un pensamiento y lejos de ser meditado. Él no se llama así por supuesto. Es su apellido. Presenta patología: tiene ira. Claro que prefiere a los bebes. Con razón mi vecino el bebe lloraba. Por estos días no lo he vuelto a ver. Ha dejado un mensaje tan complejo, a unas 5 secciones, que parece un perrito de cuna dando peso entre las puertas.
Mensajes sin contenido, mil por noche. Insectamongus: su cuerpo torpe me rompió una ceja -la ceja no era mía-. No sabes cómo vendrá pero sí que sabes su siguiente encomienda.
Una horda de animalillos ves que comienzan a aparecer, ya son las siete, y no sabrás en cual de todos Insectamongus haya encomendado su nuevo estúpido mensaje.
Hay un mensaje que sí es claro cuando lo ves: Y=X². Asunto quizá confuso pero preciso. Insectamongus: del tamaño de un pensamiento y lejos de ser meditado.
La era del insecto, mi lectura en ellos. Alienados, jugando al binario.
A la Orden,
Regulador
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