Para unirme a la colectividad y a
la histeria que por estos días corre en el periódico local o red social
Facebook entre otras, sin parecer quedar como un tibio o quizás sí para los
militantes de aquí o de allá y por puro ejercicio de escritura que me gusta
hacer cada vez que se me pega en gana, quisiera manifestar mi escepticismo ante
toda idea de gobierno ideal por una razón simple: la política no es mi trabajo
ni el de muchos. Así leamos todas las fuentes e investiguemos con ahínco,
apellidos, familias, partidos políticos, candidatos y/o abolengos ontogenéticos,
siempre estaremos lejos, lejos, pero muy lejos de saber a ciencia cierta cómo
se juegan las cartas en el gran juego político.
Los políticos en el ejercicio
mismo de su oficio dependen de alianzas para hacer carrera lo que los hace
volátiles en posturas del día, asunto que es completamente natural por la
dinámica del gremio, como cualquier otro. El de la música por ejemplo. Como
músico, que es el oficio a cual me dedico, mi trabajo, apenas me acerco a la
politiquería de mi medio aunque por estar en la profesión sé cómo lograr salir
en la foto si me esmero. Pero no quiero. Porque aparte de no ser muy fotogénico
no se me da eso de la fanfarria tan fácil. “Ya saben cómo es la risa” o “Los
quiero mucho amiguis”. La política es el arte de mentir, un baile de máscaras
griegas que me gusta estudiar así como un micólogo estudia la variedad de
hongos no necesariamente teniendo que probarlos. Al menos no todos. Todo el mundo,
y voy de primeris, ufanados de nuestros
discursos e ideologías estamos pero en el fondo tenemos el mismo
almizcle o número de serie. Somos egoístas. Morrongos. Otra naturaleza humana.
“Yo me compongo mongo”. La coherencia entre palabra-hecho es una lidia sin
embargo hay quienes son más virtuosos en hacer esa relación. Pero el bucle de
la sociedad te va drogando hasta convertirte en un virtuoso mentiroso.
Somos espectadores de una función
que ha tenido los ensayos suficientes como para enmascarar el escenario.
Polarizarlo. Tras bambalinas sucede algo muy diferente. Por eso dudo. ¡Ay bella
duda! Cómo me la suda pensar que como en un Royal
Scam manipular es todo un artilugio de las ciencias retóricas. Nos apasionamos
de lo que vemos, de los símbolos, como Leonardo Boff en La Colilla de Cigarro dice, “Ellos nacen de la vida diaria, del
juego que se establece entre el ser humano y el mundo. Ante las cosas, primero
sentimos extrañeza, después las domesticamos y por fin nos habituamos a ellas.
En ese juego, las cosas y nosotros cambiamos, porque nuestra mirada ha cambiado”.
No me gusta ponerle rostro a nada. Sin adalides de la pinga. Nadie nos va a
salvar. Cada uno se salva. Se salva el que haga bien su trabajo. No el que dice
que lo hace con bombos y platillos. Eso es mucha algarabía.
Creo en una dinamización lógica
de intereses. En sonidos aleatorios que generan otros nuevos por inercia. Un
paisaje sonoro plural que compone o amplía el espectro que bien viciado está.
No voy a elegir a una persona cuando el día llegue. Voy a elegir pensamientos
que muy seguramente son genuinos en principio aunque se van a ir transformando
por politiquería hasta quedar éstos huérfanos mientras dure lo que dure el
gobierno de turno. Si eso del tal Frente Nacional fue una distribución de
poderes tiene que haber cabida a otras propuestas. A otros sonidos. Voces
diferentes. Sin autotune. O con autotune pero simplemente que sean
diferentes. Los tradicionales ya hicieron mucha música y se les acabaron las
ideas. Las mismas funciones armónicas saturaron nuestros oídos, dejando sordos
a otros y gestando generaciones de sordos que lo único que tendrán para extraer
son sus cócleas atrofiadas a la falta de estímulo.
Las personas más allegadas saben
para donde va mi voto. Para donde está la música que no puedo oir por tanto
ruido blanco. Para donde el sol pega duro y no llega el agua. Para donde está
el mensaje, no el mensajero.
No comments:
Post a Comment