Naked Lunch

Naked Lunch
Chord Planting

Friday, November 14, 2014

Big Band

Un, dos, tres, cua, el Triple Dance se postula en el aire tomado por contrabajo, batería y vibráfono. Se deja cocer. Huele bien. El “saseo” del hi-hat  junto con la insinuación de una posible melodía de saxofón hace que mis papilas gustativas se les enarbolen sus cilios transmitiéndole al cerebro contenido categorizado y éste a su vez se produce una imagen de sublimación. El fragmento que se ejecuta no da tiempo de liquidez por cómo se aglutinan plicas con notas de rubato, funciones de acordes echados a perder en presencia de un ácido. Mezcla que va de sólida a gaseosa con arreglos de brass fina y oportunamente propuestos en filigrana detallada por el orfebre delegado, quizá drogado, alcaloide notable aunque con usted no hable. Toda orquesta necesita su “Tangula”, su musa. La musaraña para el show.

El término en el colegio nos fue impartido en aula como una teoría. Big Bang. Como lo pronunciaban. Pero en realidad es Big Band. Una anomalía en la dicción y Boqui-toqui se quedó. La teoría es de singularidad. Un Tema al vacío. ¿Y qué hizo al Tema ser Tema? Pues se calentó. Estalló. Jimmy tosió la habichuela al de los bigotes que mangoneó los dedos por todo el mástil sin agarrarla y aceleró el paso llevándose consigo al de los tambores con Stevie idiofonizando una paleta de colores para pacientes de acromatopsia dispuestos a curarse haciendo uso de su bendita cóclea. Quien señala a Edy es una recomendación al inicio de la partitura pero Edy está ausente dirigiéndose al ensayo. La Forma queda a merced del llamao, del que se atreva a esbozar el tema con trombón si quisiese en jeta. Melodía rara esa. ¡Me produce sialorrea! Ya todo el ensamble está en furor. Gárgaras de saxo bajo a modo stacatto, trompetas con sordina, vibráfono, flauta traversa se tiran el tema, comentan sobre él, hacen variaciones, hay músculo. Óxido de hierro en el entorno. Suero y contenido proteico separados por zumo armónico, estoy como un colibrí, mi corteza cerebral está eléctrica, entra tema de The Razor’s Edge como medley. Listo el pase. Hay que conservar forma humana. Ya veo un poco de incorporados.

Las posibilidades de orquestación son infinitas incluso con las notas que no suenan. Hasta ese sonido que proviene de afuera de la sala, una trompa de mula transeúnte, aporta al color del acorde que acabó de sonar sirviendo de puente para el siguiente en inversión inestable, de cifrado ambiguo, perteneciente a la tonalidad del eje de Béla. Todos en el ensamble se están oyendo es de notar por la coherencia de los solos. Se pisan los cojones a la vez que se sirven de membranas donde reposar sus tensiones si de resolver se les antojara con el primer grado sustituido. Puro brass suena. El músculo ahora es flácido como carne de obeso. Un obligao compuesto por un moribundo tambalea por la cuerda con nitroglicerina abordo. Hemiolas, tresillos, sextas, segundas, unísonos, claqueteo de llaves, saliva y tudeles pendientes avisan el signo. “Anoréxicas y obesos” expectantes... Tema.

Silencio. Vital. Otro buen recurso  que en música lo escribimos como lo que puede sonar en algún momento, tesoros, golosinas bajo llave en dominio ajeno para evitar rebote por ingesta excesiva de las mismas. La pastosidad de un contrabajo en la estepa del papel mudo, de su papel en la orquesta, es de una cualidad taciturna por cada cuerda pulsada acompañada de un herrumbroso Ride lloviéndole entre figuras. Con el sonido dándome vueltas la cabeza pienso en el despliegue armónico y humano como si fueran mis dedos los que digitaran un diapasón enorme producto de una afasia descriptiva por ende imposible de compartir salvo alguna excepción respecto a dejar de ser masa. ¡Maldita sea! Hay algo que la está generando. Esas jodidas ideas sacadas de los desagües cómo suenan. Tengo un sabor a metal que no se me va y la menta es inútil. Me chupo una cada vez que puedo pero nada. Me quiero volar los sesos. No sé si al escuchar una cosa más me esté haciendo más sordo. No reconozco esos acordes. ¡Qué paranoia! Están acabando ya es la coda. Me zumban los oídos.

Big Band no traduce “Banda Grande” ¡Por el amor a Odín! Traduce Grande Exposición de Ideas que en proporción especulan tema, estándar, forma, tesitura, dinámica, sonido, ritmo, creación. La experiencia de recibir todas la frecuencias juntas de cada instrumento en un solo recinto, con la mera acústica amplificando. Ya sé por qué hay tanto purista. Me gusta lo que pasa por hardware pero oír a la Banda con el sonido que puede dar, que es suficiente, es por divertido estridente. 

Friday, February 14, 2014

Outsider

No he estado muy inspirado en estos últimos veintitantos onomásticos. Más bien distraído.
Padezco una enfermedad de la que no me quiero curar por beneficios introspectivos:
Raciocinio especulativo inducido por una fuerza x ejercida por alguna esfera o materia
oscura… o qué va, simplemente soy un conejo de indias de una red inteligente de humanos
de la estirpe de esos que crearon a Dios, La Música, El Infierno, La República, El Amor.
Pitagóricos que grabaron en nuestro corazón el número de serie con el que se mueve la
naturaleza.

Perderse en una comida desnuda donde emergen ruidos para generar una reacción en
cadena de movimientos ondulatorios y frecuencias irregulares como chasquidos, tintineos
de losa, diafragmas contrayéndose, guargüeros decantando, sorbidos, alarmas de carros y
relojes de pulsera, voces de ganado vacuno, manifiestos de hambruna y placer
gastronómico o de opiniones divergentes según su tesitura; miradas inquisitivas, de
morbo, de enfermedad erótica, otras no tanto, más bien de asco al cruzarse a través de la
mesa color cedro tratado donde se ven figuras rupestres que no alcanzaron a irse después de
pulirse el lote de aquella madera doméstica, un ladrido de perro llegando del viaje entre
cuadras, parece una queja, no le gusta quedarse solo, amarrado, mientras el gato se pasea y
se le va robando de grano en grano su concentrado, las sillas arañando el suelo imitando
una escala cromadifusa, el desagüe de una tubería cercana, el Aliento de una Maldición, la
idea de estar en un décimo piso en una estructura que se balancea por vientos provenientes de
varias direcciones, rebote aleatorio contra demás edificios, también balanceados por otros
aires… en fin. Qué cantidad de movimiento e información por cada segundo gastado para
apenas percibir un atisbo de la gran Célula Rítmica que sólo del Punto Quieto puede venir.

Cualquier musaraña para sacarle el número de las entrañas me genera adicción
especializándome en un nuevo prejuicio, en nueva justificación a mi ortodoxia
licenciosa: Mi cáncer incurable, un lenguaje fraccionado. Aracil (1986) dice:

    Si observamos nuestro entorno vemos que estamos inmersos en un mundo de sistemas.
    Al considerar un árbol, un libro, un área urbana, cualquier aparato, una comunidad social,
    nuestro lenguaje, un animal, el firmamento, en todos ellos encontramos un rasgo común:
    se trata de entidades complejas formadas por partes en interacción mutua, cuya identidad
    resulta de una adecuada armonía entre sus constituyentes, y dotadas de una sustantividad
    propia que transciende a la de esas partes; se trata, en suma, de lo que, de una manera genérica,
    denominamos sistemas. (p.13)


Somos un sistema dinámico y así es como funciona. Pero me obsesiona el detalle. El
primerísimo primer plano. El mugre de la uña. Los sonidos anclados a los objetos. Tu pelvis que
viene y va.

Estoy relegado a un rincón conectándome no sé a qué, ni a quién, esperando nada, ansioso de
algo, como esperando una promesa, un susurro ontogenético, una melodía concreta, una
sonoridad diegética y decorativa a la secuencia cinemática que llamamos vida, capturada por
muchos en las diferentes áreas del conocimiento llegándose a preguntas cada vez más absurdas
no por eso menos útiles al incentivo-colectivo-adictivo de la curiosidad humana también necia
por catalogar la especie, mi especie, sapiente, sapiente. No hay sistemas aislados aunque seamos
individuos. “Nuestra forma de pensar es analítica y nos lleva, casi sin darnos cuenta, a dividir lo
que en realidad convive en armonía” (Trujillo, 2005, p.14). Es natural. Mi patología es
natural. Soy un ser biopsicosocial siendo éste un proceso integral: biológico, sicológico y social.
Mis aberraciones, inseguridades, obsesiones, incredulidades, destrezas, no son más que la suma
de las partes de mi contexto particular otrora configurose incluso programándose aún está con
cada experiencia, modificando su forma mas no el perfume producido a través de este cuarto de
eje, 76,5 grados longitud oeste, exponiéndome a la luz para reflejarme en otros o por qué no
reconocerme en otros bien sea por las leyes de Mendel o las leyes de mí.


                                                                     

 REFERENCIAS


Aracil, J. (1986). Maquinas, sistemas y modelos
       Madrid, España: Editorial Tecnos S.A.

García, T.S. (2005). Entremeses Teológicos
       Bogotá, D.C: Digiprint Editores