Naked Lunch

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Tuesday, June 12, 2018

Manifiesto Ufanalgarafante


Para unirme a la colectividad y a la histeria que por estos días corre en el periódico local o red social Facebook entre otras, sin parecer quedar como un tibio o quizás sí para los militantes de aquí o de allá y por puro ejercicio de escritura que me gusta hacer cada vez que se me pega en gana, quisiera manifestar mi escepticismo ante toda idea de gobierno ideal por una razón simple: la política no es mi trabajo ni el de muchos. Así leamos todas las fuentes e investiguemos con ahínco, apellidos, familias, partidos políticos, candidatos y/o abolengos ontogenéticos, siempre estaremos lejos, lejos, pero muy lejos de saber a ciencia cierta cómo se juegan las cartas en el gran juego político.

Los políticos en el ejercicio mismo de su oficio dependen de alianzas para hacer carrera lo que los hace volátiles en posturas del día, asunto que es completamente natural por la dinámica del gremio, como cualquier otro. El de la música por ejemplo. Como músico, que es el oficio a cual me dedico, mi trabajo, apenas me acerco a la politiquería de mi medio aunque por estar en la profesión sé cómo lograr salir en la foto si me esmero. Pero no quiero. Porque aparte de no ser muy fotogénico no se me da eso de la fanfarria tan fácil. “Ya saben cómo es la risa” o “Los quiero mucho amiguis”. La política es el arte de mentir, un baile de máscaras griegas que me gusta estudiar así como un micólogo estudia la variedad de hongos no necesariamente teniendo que probarlos. Al menos no todos. Todo el mundo, y voy de primeris,  ufanados de nuestros discursos e ideologías estamos pero en el fondo tenemos el mismo almizcle o número de serie. Somos egoístas. Morrongos. Otra naturaleza humana. “Yo me compongo mongo”. La coherencia entre palabra-hecho es una lidia sin embargo hay quienes son más virtuosos en hacer esa relación. Pero el bucle de la sociedad te va drogando hasta convertirte en un virtuoso mentiroso.  
Somos espectadores de una función que ha tenido los ensayos suficientes como para enmascarar el escenario. Polarizarlo. Tras bambalinas sucede algo muy diferente. Por eso dudo. ¡Ay bella duda! Cómo me la suda pensar que como en un Royal Scam manipular es todo un artilugio de las ciencias retóricas. Nos apasionamos de lo que vemos, de los símbolos, como Leonardo Boff en La Colilla de Cigarro dice, “Ellos nacen de la vida diaria, del juego que se establece entre el ser humano y el mundo. Ante las cosas, primero sentimos extrañeza, después las domesticamos y por fin nos habituamos a ellas. En ese juego, las cosas y nosotros cambiamos, porque nuestra mirada ha cambiado”. No me gusta ponerle rostro a nada. Sin adalides de la pinga. Nadie nos va a salvar. Cada uno se salva. Se salva el que haga bien su trabajo. No el que dice que lo hace con bombos y platillos. Eso es mucha algarabía.
Creo en una dinamización lógica de intereses. En sonidos aleatorios que generan otros nuevos por inercia. Un paisaje sonoro plural que compone o amplía el espectro que bien viciado está. No voy a elegir a una persona cuando el día llegue. Voy a elegir pensamientos que muy seguramente son genuinos en principio aunque se van a ir transformando por politiquería hasta quedar éstos huérfanos mientras dure lo que dure el gobierno de turno. Si eso del tal Frente Nacional fue una distribución de poderes tiene que haber cabida a otras propuestas. A otros sonidos. Voces diferentes. Sin autotune. O con autotune pero simplemente que sean diferentes. Los tradicionales ya hicieron mucha música y se les acabaron las ideas. Las mismas funciones armónicas saturaron nuestros oídos, dejando sordos a otros y gestando generaciones de sordos que lo único que tendrán para extraer son sus cócleas atrofiadas a la falta de estímulo.
Las personas más allegadas saben para donde va mi voto. Para donde está la música que no puedo oir por tanto ruido blanco. Para donde el sol pega duro y no llega el agua. Para donde está el mensaje, no el mensajero. 

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